Un momento difícil, de improbable cambio

27 septiembre, 2015
Un momento difícil, de improbable cambio
Bajada Limay 2
Bajada Limay 2

El largo río de la política neuquina difícilmente cambie de cauce este año. Está constreñido por una coyuntura nacional absolutamente inquietante, y frente a este panorama, que muchos intuyen con características de gravedad, se saca como rápida conclusión que es preferible navegar en las pocas aguas seguras que quedan.

La ocupación de los dueños de establishment neuquino no pasa por el cambio de río, sino por la posibilidad dramática de que el río se seque. A 1.200 kilómetros de Buenos Aires, dentro de este distrito que siempre ha gozado de cierta independencia de criterio gracias a los sucios pero nutrientes frutos del petróleo, las cosas se ven con una claridad superior, y se observa más descarnadamente, sin metáforas ni antojos empresariales, la primitiva lucha por el poder a como dé lugar, que está protagonizando el equívoco peronismo del tercer milenio.

El más preocupado es el MPN. Es así porque su existencia misma se pone en riesgo cada vez que desde el impiadoso centralismo político argentino no se le deja resquicios para aprovechar su propia habilidad de superviviente de medio siglo lleno de idas, vueltas, revoluciones, golpes, violencia, sangre derramada y utopías extintas.

El MPN sintió en estos días la impotencia de ser argentino en los mercados que no tienen patria pero saben reconocer las inconsistencias nacionales. El bono en dólares que pretendió colocar, en su primera misión clave, el gobernador electo y ministro de Economía, Omar Gutiérrez, naufragó entre las agitadas aguas de las altas tasas producto de la acentuación de la inseguridad jurídica, a la sombra de una nueva y sorprendente medida que impulso Axel Kicillof, de atar la cotización del dólar a la que dispone el Banco Central, es decir, al precio que pone el gobierno que está a punto de finalizar su mandato.

El gobierno de Jorge Sapag estuvo mascullando el rencor durante todos los días que siguieron a esa medida. “Es incomprensible, a ellos también los jode”, se dijo entre paredes seguras. ¿Y qué va a hacer Gutiérrez? Se preguntó, sin respuesta, hasta que el viernes, ya entrada la tarde, se emitió el escueto comunicado en el que se confesaba que el viaje del ministro-gobernador y el presidente del BPN, Marcos Koopmann, había fracasado.

Es cierto que Sapag-Gutiérrrez tienen abierta la posibilidad de una nueva colocación, cuando los mercados “se estabilicen” (es decir, cuando la Argentina sepa quién ganó las elecciones). Pero también es cierto que los 350 millones de dólares no están en el Tesoro neuquino, sino en ese limbo en donde se es y no se es al mismo tiempo.

Así, subsisten las razones para la inquietud acerca del financiamiento del déficit presente y futuro. Sin que nadie salga corriendo a cortarse las venas, ha crecido la importancia en la coyuntura de lo que pase a nivel nacional, donde se observa con creciente temor que Daniel Scioli no termina de despegarse del kirchnerismo duro, sino todo lo contrario, está prisionero de los condicionantes que siembra día a día la Presidente. La situación evidentemente justifica esa frase reveladora, perturbadora, de Estela de Carlotto, en la que describió el momento con una crudeza cruel aunque naif, al decir que el gobierno de Scioli sería nada más que un interludio para permitir el retorno de Cristina Fernández.

Paralelamente, aumenta la distancia de la brecha abierta por la cuestión petrolera. Mientras para Sapag-Scioli todo es optimismo en lo que vendrá, y se describe al presente como un momento con algunos problemas que serán superados, para el senador y dirigente petrolero Guillermo Pereyra el paciente está entrando en terapia intensiva, las inversiones para Vaca Muerta pasan a ser una fantasía voluntarista, y la realidad agobia y amenaza con despidos y achiques en la actividad que solo podrían corresponderse con situaciones en detrimento de la paz social en Neuquén, vía resentimiento de su economía.

Pereyra, que en la semana se mostró al lado de Sergio Massa, a quien respalda y de quien se supone es un asesor de lujo en materia sindical-petrolera, se permitió mostrar al público un detalle de cómo, empresa por empresa, se está achicando personal. Mencionó un dato que tal vez en otras épocas hubiera alterado el ambiente con más impacto que en esta época de disimulos: YPF pretende achicar su planta en mil empleados que pasarán a ser jubilados, de la mano del nuevo régimen jubilatorio avalado por el ministerio de Trabajo. Esos mil empleos no serán repuestos.

Esta división Scioli-Massa en el MPN es coyuntural, pues se resuelve en el corto plazo, vía las elecciones de octubre, o la segunda vuelta de noviembre. Pero, mientras tanto, deja en claro que según por el camino que vaya, se acomodarán los melones en el carro partidario. Y el camino puede ser uno u otro, pues la ubicuidad es una de las características salientes del añejo y experimentado partido provincial, que ha sabido sacar ventajas en las condiciones más desfavorables del escenario nacional.

En este contexto, lo que está en juego es la gran caja de la que todos se alimentan, con mayor o menor legitimidad. Por eso, Horacio Quiroga rema y navega con cierta comodidad en el último tramo de la campaña capitalina. Por eso el MPN aparece como distraído de la circunstancia electoral, y ha pavoneado mediáticamente más de lo que ha hecho en lo concreto con sus candidatos. Por eso aumenta la expectativa de cosechar fragmentos de beneficios electorales en el conjunto de minorías que han subsistido con hábiles maniobras a la sombra del poder.

Todos saben que el que no arriesga, no gana. Y al mismo tiempo, todos saben que el establishment no conviene arriesgarlo, porque algo de allí se podrá compartir.

Es un momento que no ofrece mayor material para el lirismo poético. La política está sumergida en intereses básicos. Y el futuro parece sólo un factor numérico, una superficie tenue en el que danzan cantidades, no talentos.

Rubén Boggi

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