Caperucita Roja, versión neuquina

21 octubre, 2014
Caperucita Roja, versión neuquina
caperucita en neuquen
caperucita en neuquen

Caminaba Caperucita Roja por el Parque Norte de la ciudad, rumbo a la casa de su abuelita que vivía en el oeste neuquino, cuando notó que alguien la observaba entre los árboles.

Caperucita se hizo la boluda y apuró el paso mirando de reojo la arboleda hasta que se convenció que no era nada y que en realidad era un sentimiento de persecución que sufría -tal como le dijo su psicóloga- por el hecho de haber sido acosada por un novio que tuvo y al que largó, luego de cagarlo a palos.

“¿Nos ocurrirá a todos y a todas?”, reflexionó la joven. En esos pensamientos estaba, cuando desde atrás de unos arbustos se asomó un lobo y le dijo: “¡Hola Caperucita!”, ¡qué linda estás!. ¿No fuiste a la escuela hoy?

Caperucita se dio vuelta y sin muchas vueltas le contestó: “Lobo, no me hinches los ovarios porque te voy a denunciar con las organizaciones feministas por violencia de género. Y no fui a la escuela porque faltan porteros y porteras. Tenemos 15 nada más”.

“¡Qué cambiado está el cuento!”, pensó el lobo, pero volvió a arremeter con piropos y propuestas a la joven vestida con capita roja. “¿Y si vamos a tomar un helado y caminamos por el río Limay?”.

“Ni en pedo, lobo. En primer lugar, los colectivos de Indalo no pasan nunca y un taxi hasta allá nos va a costar un huevo. En segundo lugar, ya no se usa estar de novio. Es una figura machista, propia del sistema patriarcado donde te criaste”, le contestó la adolescente mientras juntaba hongos en una canasta porque juntar flores le parecía “muy de minita”.

Confundido, el lobo desistió de seguir con su conquista y decidió adelantarse hasta la casa de la abuelita para pensar algo y esperar a la joven. Cuando llegó, abrió la puerta despacio y se fue rumbo a la habitación donde estaba la veterana mujer recostada mirando un documental sobre Juana Azurduy.

“¡Soy el lobo feroz y vengo a comerte, vieja!”, la sorprendió a la mujer.

“¡Vieja las pelotas! El gobierno dice que soy una adulta mayor y pertenezco a la tercera edad, ¡pelotudo!”, le contestó la anciana con la fuerza que traía desde la mañana, después de haber asistido a un seminario sobre “Abuelas Solas. Derechos y Perspectivas de Género”.

El lobo quedó paralizado, pero rápidamente pensó una estrategia para ganarse la confianza de la anciana. Se acercó a la cama pidiéndole perdón y le dijo entre lágrimas que actuaba así porque durante su infancia había sido un lobito solo que se había criado sin hembras a su lado y que su padre, un lobo viejo, siempre lo había criado en un ambiente machista.

 

La cuestión es que la abuela se la creyó y se apiadó por semejante relato, pero cuando intentó consolar al lobo con un abrazo, éste abrió una boca gigante y se devoró a la vieja de un solo bocado. “Esta me la enseñaste vos, viejo”, dijo el lobo levantando los dedos índices y mirando hacia arriba. Luego se puso un pijama, una cofia y unas pantuflas de la abuela, para esperar a Caperucita.

La cuestión es que a la media hora llegó la adolescente bastante fastidiada. “Abuelitaaaa. Llegué un poco tarde porque dos motochorros que pasaban por la calle Novella me quisieron afanar la canasta con flores, pero los cagué a patadas”, gritó la pequeña desde la puerta. “Pasá querida”, se escuchó en un segundo plano.

Cuando Caperucita entró a la habitación y vio a la abuela exclamó. “Abuelitaaaa. Que ojos tan grandes tienes”, dijo la joven. “Para mirarte mejor”, contestó la vieja. “Abuelita, qué orejas tan grandes tienes”, insistió. “Para escucharte mejor”, volvió. “Abuelita que boca tan grande tienes”. Y fastidiada, la falsa abuelita le dijo: “¡Pará un poco pendeja. Te parecés a mi ex mujer!”.

Caperucita, al escuchar esa frase, se dio cuenta que no era su abuelita. “¡Otra vez vos, lobo machista!. Ya estoy llamando al 0800-SUPERMUJER. Vas a ver lo que es bueno”, dijo la adolescente, mientras sacaba el celular de su bolsillo. Pero el lobo feroz, rápido de reflejos, se abalanzó a Caperucita y se la comió de un solo bocado. Luego se acostó en la cama y se quedó dormido.

Un leñador, que había llegado a la región en busca de trabajo en Vaca Muerta, pero se encontró con que en el lugar no había un puto árbol y encima le querían cobrar un bulín a 15 lucas, pasaba por el lugar vendiendo tortas fritas cuando vio la puerta entreabierta. Curioso, el tipo entró preguntando si había alguien, pero como escuchaba ronquidos que llegaban desde la habitación, fue acercándose sigiloso.

Cuando llegó vio al lobo con una panzota grande durmiendo a pata suelta a media mañana pensó: o es un empleado público con licencia psicológica o un típico lobo de cuento que se comió a dos personas. Como optó por la segunda hipótesis, entonces tomó un cuchillo, le abrió la panza y de adentro salieron Caperucita y la abuela.

Las dos le agradecieron al leñador. “Es un triunfo del matriarcado en contra de la derecha paternalista”, dijo Caperucita emocionada. “Te voy a invitar a los Juegos Integrados de la Tercera Edad”, le propuso la abuelita.

Después de los agradecimientos, los tres juntaron piedras, se las pusieron al lobo y le cosieron la panza, tal como impone el guión.

Pasó el tiempo y todos los personajes del cuento vivieron felices y contentos. Caperucita creó la ONG “Basta de Cuentos Machistas”, la abuelita fue elegida Reina de los Adultos Mayores en la fiesta de la ciudad, el leñador, declarado “Leñador Ilustre de la Ciudad, consiguió un contrato municipal para trabajar Parque Norte y el lobo, además de asistir obligatoriamente a talleres Contra el Sexismo, logró el puesto de portero N°16 en la escuela de Caperucita, aunque desde el primer día consiguió un certificado médico y va cada tanto. Dice que no puede trabajar y que se siente pesado por las piedras que tiene en la panza. Y por eso andan en busca de un reemplazante.

Y colorín colorado/a. Este cuento anti sexista se ha terminado. Para todos y todas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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