El Papa, Tato y algunos neuquinos

24 marzo, 2013
El Papa, Tato y algunos neuquinos
papa-domingo de ramos
papa-domingo de ramos

Después de andar dando vueltas en busca de pasajes para Roma y tratando de conseguir unos euros en el mercado negro finalmente llegué al Vaticano para presenciar la misa de Ramos del nuevo Papa argentino.

Cuando salí del hotel, me subí al taxi y tratando de recordar el curso acelerado de italiano que hice para no pasar papelones le dije al chofer: “Vaticano, per favore”.

El tipo me miró por el espejito retrovisor y me contestó: “No se haga drama, Tato… que yo soy argentino… Argentino y neuquino”.

Me acomodé la peluca mientras me abrochaba el cinturón de seguridad y le pregunté qué cornos hacía un neuquino trabajando de taxista en Roma.

“No comente nada Tato. Soy empleado municipal, pero ahora tengo licencia psicológica por dos años y, aprovechando que tengo un primo mío viviendo acá decidí hacerme unos euros con la asunción del Papa argentino”, me comentó mientras buscaba un disco de los hermanos Berbel en la guantera.

“¿¿¿Licencia psicológica???”, le pregunté dando un salto en el asiento.

“Tato… no sabe el estrés que me genera el trabajo en Neuquén…. Hay que levantarse temprano, tomar el colectivo que pasa cuando quiere…. Y encima tengo que estar sentado siete horas…Me entiende… ¡Siete horas Tato!”, me dijo, mientras bajaba la ventanilla para putear a un tipo que casi lo choca en una esquina.

“¡¡¡Non mi rompere i coglioni, testa di catzo!!!!!”, le gritó al otro que inmediatamente le contestó: “¡¡¡Fiyo della gran mignotta. Vaffanculo!!!”.

El municipal neuquino lanzó la carcajada y volvió a mirarme por el espejito. “Esa no la tenía Tato… algo de mi vieja seguro que me dijo…. Me la voy a aprender para la próxima”.

Recorrimos unas 20 cuadras hasta que finalmente llegamos a la Plaza San Pedro. Despedí al taxista que no me quiso cobrar y comencé a caminar entre una multitud que estaba esperando la misa de Ramos del Papa Francisco.

En eso estaba cuando me encontré con un cardenal bajito de estatura al que le veía cara conocida. Era el diputado José Russo que estaba vendiendo estampitas con la figura de Francisco y la leyenda: “El Papa es del MPN”.

“¡¡¡ Tato querido!!!!”, me dijo mientras me daba un efusivo abrazo. “No me diga que no es emocionante el tema del Papa argentino”.

“Claro”… dudé mientras trataba de mirar las estampitas que vendía…. ¿Y dígame… ¿por qué el Papa es del MPN?”, le pregunté.

“Tato… me extraña…. ¿Cómo nació el MPN?”, preguntó. “Por la proscripción del peronismo”, le contesté.

“Y antes de ser dirigentes del MPN ¿nosotros qué éramos, eh?, retrucó. “¡Peronistas!”, dijo antes de que le respondiera. “Si el MPN tiene raíz peronista, el Papa es peronista, entonces el Papa es del MPN”, dijo mientras se le caían las lágrimas de emoción.

Le compré una estampita a 1 euro , me acerqué y le pregunté en voz baja al oído el por qué de la indumentaria religiosa.

“Shhh Tato…. Estamos de incógnito porque vinimos a buscar agua bendita para llevarnos a Neuquén. La idea es invitarlo al Caballo Pereyra a y otros que están en la vereda de enfrente en la interna, comer un asado sin hueso y de paso servirle un vaso de agua del Vaticano a ver si ven la luz y se bendicen”, me dijo, mientras se paraba en puntas de pie para ver a la multitud.

“Mire… ¿ve aquella madre superiora? Bueno. No es una monja. Es la Pechen que también vino conmigo. Anda averiguando dónde conseguir agua. No queremos que nadie nos venga a criticar de la oposición que venimos con gastos de la Legislatura. Por eso estamos vestidos así”.

Me rasqué la cabeza, me acomodé los lentes tratando de pensar y concentrarme. “¿Y por qué lo quieren bendecir a Pereyra?

“Tato… me extraña. Pereyra quiere ser candidato a senador y cada vez que puede critica a Cristina. ¿Se imagina si llega al Senado? Se nos arma un despelote bárbaro”, dijo mientras le hacía la señal de la cruz en la frente un nenito que traía una mamá en brazos.

“La idea es llevar varios bidones porque queremos invitar a Sobisch y a unos cuantos más”, me dijo preocupado. “Y si el agua bendita da resultado, ya estamos pensando en traernos cuatro camiones del EPAS y repartimos para todos lados”, dijo.

Pensaba darle un abrazo para despedirme, pero con el atuendo de cardenal que tenía Russo decidí arrodillarme y besarle la mano. “Deus benedicat te”, me saludó en tono solemne.

Caminé entre la muchedumbre pensando en la cantidad de neuquinos que habría en Roma para conocer al nuevo Papa, cuando alguien me tocó el hombro desde atrás. Era el jefe de gabinete de la Municipalidad de Neuquén, Marcelo Bermúdez.

“¡Tato… qué alegría!”, me dijo saludándome con un abrazo.

“No me diga que el gabinete también vino a Roma”, le dije mientras me acomodaba el moño.

Bermúdez se secó la pelada con un pañuelo porque hacía calor y en voz baja me dijo: “En realidad vino el intendente Quiroga porque está pidiendo una audiencia con su santidad”.

“¿Lo quiere de candidato?”, le dije mientras largaba una carcajada.

“No, Tato… no se ría. Vino porque quiere la bendición de Francisco para las elecciones de este año y las del 2015, pero de paso quiere sacarse una foto con él e invitarlo a que conozca la nueva Feria del Trueque”, me dijo

“¿Pero por qué tanto fervor religioso?”, le pregunté intrigado. “No me diga que Pechi siempre fue un gran devoto…”

“Tato…”, me dijo abrazándome la espalda. “El mundo está cambiando constantemente y tenemos que estar a tono con lo que va pasando. Todo lo que pasa en el mundo nos afecta y la imagen es muy importante”.

“Fíjese el fenómeno Chávez… Todo el mundo resaltó la figura del comandante, más allá de las diferencias políticas. Le confío algo: en la Municipalidad habíamos empezado a armar una estrategia para sumarnos a la onda bolivariana. Habíamos empezado a llamar a Quiroga como “intendente-comandante”, le compramos remeras rojas para que use debajo del saco… No sabe lo difícil que fue hacerlo entender… Por suerte, nombraron un Papa argentino y ahora nos subimos a esta ola”, reconoció Bermúdez.

“¿Y usted porque no se metió en la basílica para acompañarlo, que anda por acá solo?”, le pregunté intrigado.

Bermúdez suspiró mirando a unas palomas que pasaban volando arriba de nuestras cabezas. “En realidad yo había entrado con Inaudi y el intendente, pero Inaudi se puso a contar chistes de curas y me tenté… Un papelón Tato. Prefiero quedarme acá… ya veo que me excomulgan”.

Dentro de las estrategias para la campaña, el jefe de gabinete me contó además que Quiroga empezó a estudiar frases en Latín para darse alarde de sus conocimientos generales, seguir el fervor papal y de paso canalizar las broncas que se agarra a través de un idioma solemne.

“Vio que Pechi es medio calentón. Pero si las cosas las dice en latín van a sonar mucho mejor”, explicó.

Me quedé mirándolo extrañado, pero antes de que yo pudiera decir algo, siguió con su explicación.

“Si se enoja con Mariano Mansilla, por ejemplo, y lo quiere mandar a la mierda, no lo puede hacer directamente”.

“¿Entonces…?”, le pregunté.

“Fíjese como suena esta frase: Mansillus: vade in merda. ¿No es maravilloso, Tato? .La primera reacción de la gente será acordarse del Papa. Y de paso Pechi puede desahogarse tranquilo. O si quiere pedirle a la oposición que no rompan las bolas y sancionen las ordenanzas puede decir: Non rompere ovis oppositĭo. Ordenanzas sancionati. ¡El latín suaviza todo, Tato!”

Me despedí de Bermúdez y lo dejé con todo el entusiasmo porque ya estaba por empezar la misa de Gallo, en vísperas de las Pascuas, cuando de lejos escuché que me gritaba: “¡¡¡Tato: no se olvide!!!!: ¡¡¡“Habemus Novo Compromissum Neuquinium!!!!!”

Entré finalmente en la Basílica de San Pedro cuando estaba a punto de empezar la ceremonia y me quedé en un costado por la gran cantidad de gente que se había agolpado para escuchar la misa.

Mientras miraba las pinturas, los vitrales y toda la majestuosidad del edificio, vi que por una puerta del costado ingresaba nada más ni nada menos que Jorge Bergoglio, ahora el nuevo Papa.

Sabiendo que el hombre tenía que trabajar, me acerqué despacito y lo saludé discretamente con una reverencia.

“Pídale a Dios que nos dé una mano a los argentinos y que al país le vaya bien…”, le dije bajito y con un poco pudor.

El Papa me miró con una sonrisa, me apoyó la mano en el hombro y me dijo: “Piense en positivo. Siempre hay lugar para los milagros”.

Escuché toda la homilía, pensé en las palabras que dijo Francisco sobre ser más humildes, empezar a trabajar por los pobres y a buscar la unidad del mundo entero, más allá de las ideologías y las creencias religiosas.

Cuando salí a la plaza tomé un poco de aire fresco y me puse a pensar en positivo como me recomendó su Santidad. Recordé que tenemos un país grande y con riquezas. Y que además tenemos a Gardel, a Maradona, a Messi, a un cardenal que ahora es Papa y que –evidentemente- lo único que nos falta es ponernos a laburar y a querernos un poco más.

Por eso, mis amigos, traten de tomar todo con humor que la vida es una sola, es demasiado corta y hay que vivirla con alegría.

Miren los noticieros sin angustia, lean los diarios sin amargarse, y acuérdense de que siempre que llovió, paró.

Hasta la próxima. Buena suerte, mucha merde, vermouth con papas fritas y ¡good show!

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