Neuquén, un año de pobre resultado

11 noviembre, 2012
Neuquén, un año de pobre resultado

El gobierno de Jorge Sapag se apresta a cerrar un año de pobre resultado, aunque disfrazado en la épica del futuro. Maltratado (sin intención, pero objetivamente) por el gobierno nacional, al que seguirá aferrado por ahora, mientras explora las posibilidades del otro peronismo, que comienzan a insinuar Daniel Scioli, Sergio Massa, Juan Manuel de la Sota.

El gobierno llega con lo justo para cumplir compromisos. Cerrará, o intentará al menos hacerlo, la cuestión salarial estatal con los maestros de ATEN. Y encenderá nuevas velas, reemplazando a las ya gastadas, en el altar del precio del gas de la patria, que tiene cerrado con candado la presidente Cristina Fernández, con su cancerbero más pichón, Axel Kicillof.

El permiso para colocar letras a mediano plazo, que estuvo largamente demorado por el gobierno nacional, fue presentado como un triunfo. Es relativo, porque seguirá faltando plata para invertir en obras: por eso se aprobó en la Legislatura la emisión de bonos en dólares por 330 millones. Esos bonos no saldrán este año, porque Cristina no quiere. La palabra “dólar” se ha vestido en las galas de la ideología por necesidad. Como un gran ejemplo de las paradojas históricas, el peronismo vuelve a ser su propio refutador, presentando como un triunfo de la soberanía el hecho de encepar dólares para pagar obligaciones del Estado.

No hay un dólar oficial y uno paralelo. Hay un dólar bueno y un dólar malo. La economía se hace religión, y divide entre cielo e infierno, entre justos y pecadores, perdiendo ciencia y ganando creencias en el camino. Es una versión perversamente atávica de la Argentina, y particularmente, de la Argentina diseñada en la Constitución: aumento del centralismo, postergación de las provincias.

Mientras el gobierno nacional dice (Cristina dixit) que no se puede “ocupar de todo”, lo cierto es que ese “todo” es cada vez más obligación de intendentes y gobernadores, mientras la gran burocracia nacional naufraga entre los grandes negociados, la desbordante corrupción, y la irresolución de los graves problemas estructurales, como es por ejemplo el de la producción energética.

Neuquén llega al 2013 entre signos de interrogación. En marzo, asegura su gobierno, la empresa Gas y Petróleo comenzará a cotizar en Bolsa, con un patrimonio que ahora se amaga rondará los 1.000 millones de dólares. Se verá. G&P es una empresa provincial asociada con la fantasmal ENARSA nacional. Está perforando en Vaca Muerta, donde posiblemente obtenga un resultado en el campo de lo no convencional. De eso dependerá fundamentalmente su debut y su cotización. A partir de ese primer resultado, Neuquén intentará encontrar socios privados que pongan más millones, los millones (de dólares) que hacen urgente falta. En ese camino, gastará unos cuantos millones. Correrá el riesgo, pero aun así, seguirá dependiendo de las decisiones macro. Esas que la provincia no puede tomar. Esas que toma Cristina Fernández, cada vez más sola, estremecida por esa soledad que tal vez ella misma ha construido.

El gobierno de Neuquén no parece que pueda cambiar demasiado el rumbo, aun si fuera necesario. Arrastra su historia y su concepción sobre el Estado. Será puesto a prueba ahora, ya, urgentemente. Si los recursos no aumentan, no habrá letras ni bonos que sirvan para atenuar la caída irremediable, porque el gasto no detiene su incremento: Neuquén tiene un Estado caro. Aunque en el discurso se reitere que los mecanismos de financiación “no van a gastos corrientes”, no es cierto. Casi todos los gastos del Estado son corrientes. Aun los que se destinan a obras públicas, porque éstas son parte indelegable del Estado. Por eso son públicas, parte de una responsabilidad y de un gasto que debe estar previsto y asegurado por el presupuesto.

Cuando comenzó el conflicto en Radio y Televisión del Neuquén (RTN), desde esta columna se le dio importancia. Ahora, que se ha “resuelto” (en términos relativos), volvemos al punto para explicar el por qué. Es un ejemplo, un caso testigo, de cómo se resuelven los problemas de funcionamiento y a qué costo, en el Estado neuquino.

Sinteticemos de esta manera: ¿en dónde, sino en el Estado, se banca un conflicto durante 147 días? Los trabajadores de RTN, planta estable, y contratados, no trabajaron durante ese tiempo, amparados en su derecho a reclamar. Pero siguieron cobrando su sueldo. Ahora ¿qué cambia el fin del conflicto? Seguirán cobrando, pero trabajando. El Estado tendrá más empleados en planta permanente. Y tendrá que volver a poner una radio y una TV que dejaron de funcionar durante el conflicto, como consecuencia del mismo.

Esta semana comenzará a transmitir la radio, solo por Internet, porque no hay equipos todavía. ¿Habrá más adelante? ¿En qué frecuencia se transmitirá? Se supone que todo está resuelto. Porque sino ¿qué fue lo que se resolvió?

Haciendo abstracción de los detalles internos que sólo interesan a quienes allí trabajan, el caso testigo funciona para entender la magnitud del ejemplo: al Estado parece no interesarle el objetivo de su esencia, que es servir a la comunidad.

Al Estado neuquino le interesa la autosatisfacción. Es un Estado onanista, y el gobierno termina gobernando para sí mismo. A pesar suyo. A pesar de los discursos y de las cosas buenas que la inercia mantiene.

En estos tiempos, donde se ha puesto de moda “el relato” versus “la realidad”, sería bueno empezar a entender que siempre hay relatos de la realidad, pero nunca uno solo. Y que los relatos son necesarios, pero no tienen categoría de existencia concreta, como sí lo tiene la realidad.

El relato no puede suplir la realidad. Apenas si forma parte de ella.

Rubén Boggi

Te puede interesar
Últimas noticias