Neuquén, o el fracaso del federalismo

21 octubre, 2012
Neuquén, o el fracaso del federalismo

En una fecha todavía imprecisa, entre noviembre de este año y enero del próximo, Neuquén se quedará sin aeropuerto por un tiempo también impreciso. Para viajar a Buenos Aires (o desde allí para aquí) la conexión aérea más cercana estará en Chapelco. O en Bariloche. O en Bahía Blanca. O en Santa Rosa.

Al aeropuerto neuquino, concesionado por el Estado a una empresa privada, no le pasa nada. Lo único que hay que hacer es refaccionar la pista, como pasa cada tanto en todos los aeropuertos.

El tema no es ese, sino la larga marcha de desatenciones, genuflexiones, desinterés concreto, que se ha mostrado con este tema, y que pasó por mezquindades entre Zapala y Cutral Co, por ejemplo, y por una inexistente relación entre Neuquén y Río Negro, que hizo que Roca no fuera la opción por razones técnicas muy atendibles tras (también) un largo olvido rionegrino hacia la estación aérea que vincula al Alto Valle.

El gobernador Jorge Sapag acaba de afirmar que el Estado provincial pondrá un servicio de colectivos de “última generación” (sic), para llevar y traer viajeros hacia o desde Chapelco. Parece un remiendo inservible para una herida muy grande: Neuquén se queda sin aeropuerto cercano. La cantidad de horas no puede soslayarse. Será mejor viajar en colectivo, ya que tren tampoco hay. Neuquén retrocede 60 años con esta situación desgraciada.

Es desgraciada porque estaba prevista. Se sabía desde hace mucho tiempo. Y no se resolvió.

No se resolvió por falta de dinero para invertir en aeropuertos que se han venido abajo tras el paso de los años. A su vez, la falta de dinero para esas obras que se hubieran podido hacer, por ejemplo, en Zapala, o en Cutral Co, es consecuencia de la imposibilidad política de generar el recurso.

Esa imposibilidad política es a su vez consecuencia del fracaso evidente de los modelos federalistas en vigencia. Han fracasado. Si antes probablemente no servía la confrontación, ahora es evidente que tampoco sirve la relación amable a la fuerza. Como sucede en los matrimonios, no alcanza con que uno de los dos quiera, si el otro no quiere.

La conexión aérea es fundamental para los negocios en general y para el turismo en particular. Pero no es lo único que comienza a evidenciar su deficiencia estructural grave, tras el abandono de muchos años. Evidencia también el cortocircuito entre lo que se dice y lo que después realmente pasa. Porque no hay funcionario que no se llene la boca con ese concepto, de “conexión”. Aunque en la práctica estemos desconectados.

Las conexiones terrestres también colapsan. Mientras se habla de autopistas fulgurantes, el tercer puente sobre el río Neuquén entre Cipolletti y la capital neuquina, resquebraja su cemento por el abandono tras más de un lustro de estar terminado sin poder usarse. Se habla de un cuarto puente que se construye en la mitología del futuro, sin que haya absolutamente ninguna razón concreta, ningún proyecto ejecutivo que prevea el monto de la inversión, del financiamiento, de los plazos.

Neuquén está en un problema serio, y en la raíz está el fracaso persistente del federalismo de mentira que tiene este país. Las riquezas se van, y no dejan en la región las obras fundamentales que se necesitan para bancar el progreso propio.

La década del ’90, ahora pintada en los libros como la satánica perversión del neoliberalismo, dejó sin embargo las últimas grandes obras en Neuquén: la multitrocha de la ruta 22, el segundo puente, la multitrocha de la ruta 7 entre Neuquén y Centenario, la conexión de esta vía con el puente Centenario-Cinco Saltos, la obra de gas y pavimento en Villa la Angostura, el comienzo de la autovía que debe conectar con el tercer puente, la construcción de este puente aun no usado, la construcción del canal del Mari Menuco, son algunas de las obras que se hicieron o comenzaron a hacerse cuando la Argentina sufría presuntamente la peor de las décadas, incluyendo en este panorama el desastre de la Alianza del gobierno de Fernando de la Rúa, su caída, y el gobierno no elegido por el pueblo a través del voto, sino a través de la asamblea legislativa, de Eduardo Duhalde.

¿Por qué se hizo tanto cuando estábamos tan mal, y se hizo tan poco cuando comenzamos a estar mejor?

La respuesta debería buscarse, entre otros factores, en la acentuación del centralismo y la progresiva dilución del federalismo, tanto desde la perspectiva política como económica.

Neuquén ha sufrido en estos últimos años otro factor: la crisis energética, agravada por las políticas erráticas nacionales, golpeó bajo la línea de flotación de su principal recurso, que es el energético: precios bajos para satisfacer la demagogia gobernante; crecimiento de la importación para satisfacer las alianzas internacionales con países como Bolivia y Venezuela; y más recientemente, la estatización de YPF que espantó inversiones, al menos por ahora, mientras se tiene la certeza de que el petróleo y el gas que podrían extraerse por la nueva tecnología de las fracturas hidráulicas está allí, al alcance de la mano, y a la vez, tan lejos como las circunstancias políticas que lo mantienen bajo tierra.

Ahora, los tiempos parecen acortarse, porque llega un tiempo electoral renovado. La sociedad comienza a percibir la necesidad de un cambio. Es una necesidad todavía confusa, pero cada vez más evidente.

Los políticos en gestión de gobierno toman nota. Empiezan a darse cuenta que mejor que decir es hacer, que mejor que prometer, es realizar.

Rubén Boggi

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