Neuquén, frente a la traición posible

14 octubre, 2012
Neuquén, frente a la traición posible

Como en la canción de Gardel y Lepera, el gobierno de Jorge Sapag, pasó del juramento a la traición del gobierno de Cristina Fernández.

No era, en este caso, un amor de estudiante, que suele ser flor de un solo día, sino apenas una relación amigable, basada en la conveniencia mutua.

Pero el juramento existió, y ahora, es innegable que el aroma de la traición entumece los sentidos políticos del MPN en el gobierno, y dificulta su accionar concreto.

Buena parte de la esencia de la coyuntura pasa por esta situación. Las finanzas públicas arrastran el déficit gasífero y petrolero, y ya no tienen cómo disimularlo. Según se han dado las cosas (con aval del propio gobernador neuquino), el Estado nacional tiene todas las cartas, y no las juega, ni siquiera las reparte.

YPF mendiga inversiones que no llegan porque las empresas miran a Galuccio y ven la cara de Kicillof, y detrás de esos dos rostros, la de la impredecible Cristina Fernández. Neuquén es la mayor accionista provincial en la empresa, es la que más necesita que se hagan inversiones rápidas, es la que clama por un aumento en el precio del gas, y es la que sufre en mayor medida la postergación impuesta por Nación, casi con aire distraído.

Neuquén está como la fragata Libertad. Abandonada en un puerto lejano. Ya no hay retórica que acomode esta circunstancia, ni posibilidades de echarle la culpa a Clarín, ni a sus perversos émulos locales.

Sapag previó todo, menos la traición de Cristina Fernández. Suele pasar con los amores de estudiantes, y con las relaciones políticas. Emitió letras en el corto plazo para financiarse desde el propio Estado; emitió letras en el mediano plazo, y consiguió aprobar bonos en dólares (casi 900 millones de pesos en el primer caso, 330 millones de dólares en el segundo). Pero ese endeudamiento depende de la aprobación del Estado nacional. Y el Estado nacional lo demora.

Así como los opositores al gobierno dicen que la fragata Libertad ancló en Ghana por pedido expreso de Guillermo Moreno, encargado de buscar negocios con los “amigables” países del mundo opcional a las grandes potencias tradicionales, y los oficialistas dicen que fue por orden de la Armada Argentina y no del gobierno nacional (¡¡¡!!!), en Neuquén se reparten culpas para afuera o para adentro según el sector de que se trate.

La senadora Nanci Parrrilli, por ejemplo, no tiene empacho en acusar a Sapag de haber hecho todo mal con YPF cuando era de Repsol, con la negociación de los contratos petroleros, y en definitiva, con los 50 años que gobernó el MPN “traicionando” al peronismo que lo inspiró. Una parte del gobierno nacional comparte y sugiere que se utilice ese discurso.

Desde el MPN, una parte hace lo contrario mientras otros mantienen un cauto silencio. Los más rebeldes, que empezaron a insinuar su estrategia cuando se presentó el libro “Yeil”, escrito por el periodista Miguel Toledo y el titular de Gas y Petróleo de Neuquén, Ruben Etcheverry. En aquella oportunidad se habló de “políticas erráticas” en cuanto a energía, desde el gobierno nacional. Fueron prudentes, pero un poco más allá de lo que la biblia oficial propiciaba en ese momento. La presentación del libro en Buenos Aires, por las dudas, fue suspendida.

En este contexto, debe entenderse la actual negociación con los sindicatos estatales, que procura ceder en la incorporación de personal, aumentando a límites preocupantes el empleo estatal consolidado, a cambio de patear para adelante un reconocimiento de ajuste salarial.

En este contexto, también, debe entenderse la singular confrontación entre el EPAS y el gobierno municipal de Horacio Quiroga, en medio de un proceso que tiene como objetivo establecer, con un contrato de concesión, la legalidad (¡por primera vez en la historia institucional neuquina!) del servicio de agua y saneamiento en la capital provincial.

El EPAS es en realidad el gobierno neuquino. Es Guillermo Coco, más que una serie de funcionarios menores y un gremio un tanto histérico. El EPAS es un ente, deficitario por cierto, ni siquiera alcanza a ser una empresa. La discusión se ha hecho tan enredada, que desde ese Ente se llegó a afirmar que no era su responsabilidad “llevar el agua” a un sector no urbanizado, cuando por otro lado se admite que tiene el monopolio estatal del servicio.

Todo ocurre porque hay un problema de dinero. De financiamiento que no llega. De inversiones improbables. Para emprender el “saneamiento del saneamiento” en la capital neuquina, hace falta no menos de 200 millones de pesos. Eso, para empezar. Supongamos que el gobierno de Quiroga firma el contrato para concederle el servicio al EPAS, como se ha diseñado por temor a la década del ’90, el neoliberalismo y la leyenda de la maldad de las empresas privadas. ¿Cómo lo haría, sin dejar explícito en el contrato que es necesario invertir esa cantidad o más, para arreglar las deficiencias del servicio y prever las exigencias del crecimiento urbano?

La convicción de que llegan tiempos cada vez más difíciles, y que estos coinciden con coyunturas electorales, aumenta en cada uno de los dirigentes locales.

Es época de nuevos amores, y –eventualmente- traiciones renovadas.

Rubén Boggi

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