El ascenso político de la palabra Orto

27 septiembre, 2012
El ascenso político de la palabra Orto
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Qué quiere que le diga, lo que mata es el lenguaje. Si después de todo, en el país no pasa nada extraordinario, mucho menos grave. Lo que sucede es que se exagera todo el tiempo, es una realidad que vive en las palabras. ¡Y qué palabras!

Asistimos a un sinceramiento inédito. El cabecilla de esta revolución retórica ha pasado a ser el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, quien eligió el delicado término “orto” para denotar el lugar en el que le gustaría se metieran todas las cacerolas de Argentina, o al menos las pertenecientes a la oligarquía terrateniente, clase media acomodada, señoras pintarrajeadas que usan Luis Vuitton…menos una, claro, que esa no usa cacerolas de ningún tipo, y no sé si alguna vez habrá usado.

El lenguaje es fenómeno. Una vez más, tendemos a imaginar que con palabras se hacen revoluciones. Es decir, se logran cambios sociales trascendentes. Ahora, que hay redes sociales que navegan en el ciberespacio, creemos que ese es el lugar donde ocurren estas cosas, y que escribiendo una frase de no más de 140 caracteres, o copiando y pegando algo en el muro, estamos protagonizando una epopeya.

En fin, nada, es que la palabra “orto” aplicada a la política por un funcionario del gobierno nacional me ha conmocionado. Y, mucho más, que se la justifique desde un vericueto ideológico usado hasta el hartazgo en nuestro querido país al sur de la desgracia: el lenguaje chabacano, en lo posible insultante, es propio de las clases populares que luchan por mejorar, mientras que el lenguaje atildado, sutil y elegante corresponde a las clases dominantes, opresoras, fascistas y derechosas, y ya que está, genocidas y destructoras no ya del cuerpo, sino del espíritu nacional.

Después de todo, Moreno no ha hecho más que persistir en la línea ya usada por los propios propagandistas del gobierno nacional, que se ocuparon de ilustrar con carteles del último cacerolazo los spots televisivos emitidos durante el popular espacio de Fútbol para Todos: carteles en los que se lee “Conchuda”, “Yegua”, y otras delicadezas dedicadas con inútil ensañamiento contra la Presidente, a la que el propio gobierno denigra con estas prácticas de “contra-inteligencia” pergeñadas, evidentemente, por adolescentes de la publicidad política enroscados en el mástil de la defensa de la Patria.

De aquí a que pasemos a comenzar un discurso desgarrando la garganta con un “manga de pelotudos, salgan a pelear contra los cipayos”, quizá no falte tanto.

Porque no es que haya palabras malas y buenas: lo importante a saber es que a veces sobran, están de más, sobre todo si se las utiliza para diseñar un mundo ficticio en donde solo hay buenos de un lado y malos del otro.

Es decir: cuando empezamos a hablar del orto, es porque nos va para el culo.

Rubén Boggi

 

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