El cinismo del Día del Maestro

11 septiembre, 2012
El cinismo del Día del Maestro

Bienvenidos al reino del cinismo argentino: estamos en Neuquén, Patagonia, la del futuro promisorio. Hoy es el Día del Maestro, pero después no habrá clases en una multitud de establecimientos porque no hay porteros, que están de paro. El discurso y los homenajes corren por una calle…mientras la impiadosa realidad circula a contramano.

Los mensajes se difunden por las radios, que todo el mundo sabe son la nueva herramienta de comunicación institucional. De la Escuela Provincial de Música, por ejemplo, avisan que no habrá clase por “tiempo indeterminado”, porque los porteros están de paro por la misma difusa medida de tiempo. “Son muchos alumnos y maestros, y los baños no se pueden usar”, dice la voz compungida de lo que presume debe ser una directiva. Y termina con admonición a la propia radio: “pásenlo muchas veces, porque tenemos alumnos que vienen de Roca, de Regina…”

Hace apenas una semana, la combatiente Escuela de Música se movilizó para reclamar por el edificio y para terminar con la discriminación obligada que deben hacer entre los ingresantes porque no da el cupo para todos. ¡Problema resuelto! Ahora no hay escuelas: la llave de las clases la tienen los porteros.

En el reino del cinismo, los mismos que se deshacen en recuerdos elogiosos para la figura del/los próceres educativos –generalmente Domingo Faustino Sarmiento, aunque todavía hay quienes prefieren no nombrarlo, tampoco este día- preguntan con ansiedad indisimulada si el miércoles hay asueto, si después de todo es el aniversario de la capital, cómo vamos a ir a trabajar, cómo van a ir los chicos a la escuela. Mejor así: martes, Día del Maestro, miércoles aniversario de Neuquén, jueves paro de maestros de ATEN...

En Cuba, territorio del realismo mágico socialista, los chicos tienen 200 días de clase por año, y se cumplen, con el perdón de la palabra, religiosamente. En Argentina, son 180 y doy fe que en Neuquén nunca se han cumplido. Esto implica que un cubano ha tenido más días de clase al llegar a cuarto grado que un neuquino que egresa de la primaria.

Claro, en Cuba hicieron la revolución cuando tenían que hacerla. Aquí, la revolución es permanentemente inconclusa.

Es la revolución de la palabra, del lenguaje, mientras los hechos nos muerden por detrás la conciencia, como perros  garroneros, molestos, absurdos en su persistencia por llamarse a sí mismos “realidades”.

Rubén Boggi

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