Sapag, en el momento más difícil

2 septiembre, 2012
Sapag, en el momento más difícil

El gobierno de Jorge Sapag entra, a partir de esta semana, en su fase clave. El viejo conflicto jamás resuelto entre quienes conducen o aspiran a conducir el Tesoro provincial, nunca resuelto, pone nuevamente como extremos enfrentados en la pelea a funcionarios políticos y sindicalistas estatales.

De esta pelea coyuntural, previsible y hasta aburrida en sus motivaciones, depende no obstante el futuro del MPN, la posibilidad de su continuidad, o la antesala de su eventual y primera derrota.

El escenario es recurrente: se distingue por el retorno cíclico de una época de vacas flacas (o petróleo escaso, mejor dicho) en el que se disfraza el presente con ropaje de futuro posible. Traducido: cuando se habla de lo que vendrá, se tiran sobre la mesa millones de dólares en beneficios; y cuando se habla de lo que se tiene, se hace la exposición inversa: falta plata.

Los gremios estatales no solo quieren dinero ya, impulsados por sus afiliados, que ven deteriorarse el salario a pasos agigantados por un 28,7 %  de inflación anual; también quieren avanzar en su ambición nunca negada de participar de las decisiones presupuestarias. Es decir, co-gobernar la caja del Estado.

Esta semana hay tres días de paro continuados entre ATE y UPCN. Movilizaciones, que incluyen cortes o bloqueos parciales de rutas. Fundamentalmente, hay una declaración de guerra coyuntural: Sapag y su gobierno miden fuerzas a cara de perro con los Quintriqueo, Lorito y Papalardo’s.

Es una guerra gastada de antemano por la costumbre. El gobierno exagera su valor y su temple ante la adversidad. Metáforas grandilocuentes (piloto de tormentas) se arrojan en los discursos. Los gremialistas acrecientan sus amenazas e invocan incendios proletarios que en realidad están lejos de las posibilidades de la cómoda clase media que constituye el universo del empleo estatal. Pero bueno: igual puede haber conflicto y violencia, porque la puesta en escena nunca sale barata, ni tiene efectos neutros.

El gobierno de Sapag transitó su primera gestión cerca de ATE y ATEN. El entretejido de relaciones construido entonces privilegió ventajas y concesiones, y apartó a UPCN, que fue leído en principio como un gremio más vinculado al sobischismo. En el camino las cosas se fueron equilibrando. UPCN mantuvo su poder en cantidad de afiliados, y su habilidad negociadora. En un cambiante contexto nacional, terminó siendo más importante para Sapag que los siempre impredecibles designios de ATE.

De aquella época inicial de las mieles del diálogo tejido por Jorge Tobares con la colaboración del ahora diputado “Tom” Romero, a las actuales componendas intrincadas de Gabriel Gastaminza, hay un océano de diferencia, marcado por los vaivenes del Tesoro.

Entonces, los salarios estatales no superaban el 50 % del presupuesto. Ahora, afectan casi 60 % del total del cálculo de gastos. Y esto ocurrió en solo cinco años, como consecuencia de la retracción de los recursos y el aumento de los gastos, en una administración bien MPN, que sigue observando con cierto pavor cómo el dinero vuela en medio de un frenesí teñido de añeja corruptela institucionalizada.

La salida política que tiene el gobierno de Jorge Sapag a sus dificultades pretende eludir el estigma del ajuste. Para eso, el gobierno ha recortado gastos en pequeña escala, sacrificando lo que menos impacta a nivel masivo; y ha diseñado un plan de financiamiento con deuda, pensado en función de que el futuro (del renacimiento petrolero) pagará lo que ahora se destinará para seguir gobernando sin que las olas del conflicto tapen el nivel de oxígeno necesario para los gobernantes.

La danza de los millones futuros, sin embargo, es todavía una incógnita, porque el gobierno de Cristina Fernández tiene el control absoluto de YPF, y la provincia es una convidada de piedra que solo puede esgrimir el 10 por ciento de las acciones como un título honorífico pero no efectivo.

Es el gobierno de Cristina Fernández el que determinará a qué precio podrá vender Neuquén su gas, sea este “viejo” o “nuevo”.

Y el gobierno de Cristina Fernández está sumido en las preocupaciones de su propia continuidad. Luchando contra una sociedad esquiva a las re-reelecciones. Luchando contra la certeza de que la mayoría (66 %, según la encuesta de Poliarquía publicada este domingo en el enemigo Clarín, pero no es la única encuestadora que ha medido este nivel de rechazo).

En este contexto, el MPN observa que a nivel provincial también es mayoritariamente rechazada la posibilidad de una re-re. Es la pelea esta del círculo áulico. No la de todo el MPN, obviamente. Por eso un día se le da aires a la posible enmienda que posibilite otra candidatura de Sapag, y al día siguiente se le restan posibilidades. El partido que más sabe del ejercicio del poder en Argentina no apuesta nunca todo a una sola baraja.

El nivel de cinismo del MPN en estos momentos es alto. La fidelidad es un bien que cotiza caro en el mercado. No hay que hacer mayores elucubraciones para descubrir uno de los motivos políticos del alto endeudamiento, que se pretende para subsistir sin ajustes, en el tránsito de las regalías declinantes al maná del renacimiento. No hay que estrujarse las neuronas para darse cuenta que a medio metro del gobernador hay funcionarios que sacan cuentas y miden variables.

Es que el fantasma del ocaso biológico sobrevuela la conciencia atribulada de los dirigentes más lúcidos. Algunos lo trasuntan como alquimistas de la crisis, apostando al optimismo. Otros, tal vez de vuelo más bajo o realista, buscan mayores seguridades presentes y escuchan ofertas, o directamente las buscan.

Así las cosas, es evidente la importancia del último tramo del año. Según sea transitado por el Gobierno, alumbrará un año electoral bueno o malo para el MPN. En concreto, determinará si el partido que ha gobernado medio siglo Neuquén lo seguirá haciendo después del 2015, o no, sea quien sea el que eventualmente tome la posta.

Rubén Boggi

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