El conflicto con ATEN tiene arreglo; el colapso escolar, no

18 marzo, 2017
El conflicto con ATEN tiene arreglo; el colapso escolar, no
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Acordamos con tres de los cuatro gremios estatales, dicen en el gobierno neuquino, refiriéndose al pacto sellado con ATE, UPCN y Viales. El que queda sin acordar, y en conflicto con paro toda la semana, es el gremio docente, ATEN. La mención pretende, tal vez, ejercer una presión adicional sobre los rebeldes. ¿Qué tienen de distinto? Se preguntan, con cierta inocencia impostada.

El conflicto escolar –ya que atañe no solo a los maestros y el Estado, sino a los niños, y con ellos, a toda la familia- es serio pero recurrente. Se vive en conflicto hace muchos, muchos años. Hace 10, nomás, fue el crimen de Fuentealba, que marcó un antes y un después para esa larga existencia. Hace 20, la lucha fue por el invento de Susana Decibe, esa ley nacional que no alcanzó a cuajar nunca del todo. Hace 30, el conflicto se centraba en los salarios, la representación, la democratización de la enseñanza tras un largo período dictatorial. La normalidad de las escuelas argentinas es el conflicto. No sabemos, olvidamos ya, lo que era una educación “normal”.

Así, el conflicto con el gremio ATEN tiene todo  de “distinto” al del resto. En Neuquén, hay una singularidad, anticipada en comentarios anteriores, que tiene que ver con la puja entre progresistas moderados e izquierdistas más drásticos, en el seno del propio sindicato. También hay que decir que no tiene paritaria la negociación, porque el gremio históricamente ha rechazado este mecanismo. Y no hay convenio colectivo de trabajo con los docentes, sino una enmarañada presencia de leyes, reglamentos y escalafones, que ha transformado el sistema todo en un galimatías inexplicable, solo apto para expertos, una disciplina sectaria, alejada del pueblo y sus simples sentimientos.

El gobierno de Omar Gutiérrez repite, como una letanía, que la única vía es el diálogo. Esa es la herramienta, pero como toda herramienta, necesita de alguien que la maneje. Aquí no está en duda eso, sino qué es lo que se intercambia con esas poderosas organizaciones del Estado llamadas gremios, y cuánto de poder político, asignado por la Constitución exclusivamente a las autoridades electas, se delega, con cierto oscurantismo culposo, en sindicatos que si bien son representativos de mucha gente, no representan a todos los ciudadanos, sino a un sector, el que depende laboralmente del Estado.

El acuerdo con ATE, extendido después a UPCN y Viales, y que tendrá vigencia también en algunos municipios, es novedoso aunque no inédito. En otras épocas de inflación en Argentina se utilizaron cláusulas de indexación automática. No duraron mucho estas condiciones. En Neuquén se probará ahora con una actualización trimestral surgida de la variación de precios mensual. Esa actualización la calculará la Dirección de Estadísticas y Censos, pero “supervisada” por los gremios. En buen romance, podría implicar que los gremios manejarán el índice que actualizará sus salarios. Si el Estado fuera un gallinero, podríamos compararlo así: las gallinas serán las que administren las dosis de alimento que ingerirán los habitantes del gallinero. No el dueño de las gallinas.

Ese acuerdo es el que se pretende, con diferencias previstas para la actualización o recomposición inicial de los salarios. Pero la izquierda del sindicato ATEN ya avisó que no aceptará sumas fijas. Que pretende 40 por ciento de incremento salarial, sin más vueltas. Con delectación entendible, la dirigencia de ATEN capital prepara una semana con movilizaciones permanentes durante los cuatro días de paro. El viernes también habrá, en el contexto de la conmemoración de aquel cruento golpe de Estado de 1976. Mientras, se mira lo que ocurre en Buenos Aires, convertida esta provincia en caso testigo para el país. Allí manda Baradel de un lado y Vidal del otro. El conflicto es intensamente político, entre un ícono gremial del kirchnerismo y la joya más preciada de Cambiemos.

También se prevén movilizaciones de padres. No hay ingenuidad en esto, pero tal vez tampoco haya necesidad de imaginar conspiraciones del poder político. El drama educativo es tan grande que no vale gastar saliva ni tinta en describir nimiedades de la coyuntura. No alcanzan los calificativos para describir el tamaño de la hecatombe. Hace unos años, se hablaba de la “tragedia educativa”. Pero ¿cómo se aplica a una situación que nunca termina? No se puede vivir en una tragedia constante, porque deja de ser tal. La gente se acostumbra, y cambia el criterio de normalidad. Es como aquellos países que viven inmersos en un conflicto bélico permanente. Su gente convive con las bombas con naturalidad, y la gente compra el pan mientras zumban los misiles.

Así, este conflicto con ATEN terminará algún día, más tarde o más temprano. Se firmará un acta. Volverán las clases. Pero el desastre continuará. Eso no se arregla. No es que “hipoteca el futuro”, como dice los eslóganes y las frases hechas. Está el drama entre nosotros. Ya vivimos en el marasmo de la creciente ignorancia.

Rubén Boggi

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