Entre la osadía y el miedo, el MPN se agita

18 febrero, 2017
Entre la osadía y el miedo, el MPN se agita
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Como depredadores en la estepa africana, los gremios olisquearon la sangre propiciatoria de la víctima. Enfocan al gobierno de Omar Gutiérrez porque saben que el año electoral debilita antes de la misma manera que puede fortalecer después. El MPN no ayuda: una parte ve al gobierno perdido en su laberinto. Otra, anda buscando traidores, cargando con su paranoia. Y un tercer sector es el laberinto, su esencia, y su condena inevitable.

El episodio del viernes, cuando el gremio ATE produjo su intervención artística en el edificio de la agencia Neuquén de SADAIC, que Gutiérrez pensaba inaugurar para seguir demostrando que le interesa la cultura, es sintomático. Permite corroborar que ATE jugará el rol de presión máxima, que es directamente proporcional al miedo del adversario. ATE huele la sangre, que es lo mismo que oler el miedo. Sabe, o intuyen, tanto Carlos Quintriqueo como su versión más osada, Jorge Marillán, que desde Fuentealba para acá hay clavado en una parte del MPN un estigma. Hasta ahora le ha dado resultado meter el dedo en esa llaga. Por eso las pintadas: Gutiérrez = Sobisch. No es cierto, pero sirve para la coyuntura.

Es, además, el año electoral. Esto agrega a la flaqueza económica instalada, que ha obligado al gobierno al mecanismo de reciclar deuda con emisiones continuas, la incertidumbre acerca de la conducción del MPN. Esta conducción está dividida desde el principio, y ahora esa división se acrecienta. Con este factor juegan todos: oficialistas, opositores, y también los eternos vivillos que no juran lealtad a nadie más que a sí mismos y a su dios de entrecasa, el bolsillo.

Durante el discurso del intendente Horacio Quiroga, en la inauguración de sesiones del Deliberante capitalino, para el MPN la nota no fue lo que el Intendente dijo o no dijo, sino la presencia de la senadora Lucila Crexell, quien había sido especialmente invitada por el propio Quiroga. “Con él me une una amistad de años, pese a nuestras diferencias políticas”, dijo después la senadora. Crexell se sacó fotos con el presidente de Cambiemos, sonrió a los cuatro costados, y después fue a ofrecerles diálogo y contención a los concejales/as de su partido, a quienes considera librados a su suerte en medio de la batalla madre de todas las elecciones, que se da en el distrito capitalino. Más tarde, confirmó que está pensando en qué color distinguirá su sector para competir en la interna partidaria, un hecho que ya se da por descontado.

En el bloque de concejales/as del MPN no hay mucha paz que digamos. De los que verán vencido su mandato este año, algunos quieren seguir y no saben si los dejarán, y otros directamente piensan abandonar ese barco, cargados ya los fondillos del bajo vientre de ventosidades inútiles. Entre esa incertidumbre, cobra fuerza la versión de que el MPN tendría acordado ya el respaldo para que el Defensor del Pueblo, que se elige este año también, sea (vuelva a ser) Juan José Dutto, uno de los referentes del ARI rebelde, el que no se alinea con Quiroga y ya se cansó de Mauricio Macri.

En el distrito capitalino, la descripción de los avatares del palacio (abierto, más palacio, sin embargo, que nunca) se concentra en los hermanos Gutiérrez. El Gobernador, se dice, recibe consejos, sugerencias, y a veces, acciones concretas que no siempre ha compartido ni –tal vez- compartirá. Se rumorea que Pablo Gutiérrez Colantuono, el más intelectual de la familia, diseña un equipo reforzado para edificar una construcción política dentro del partido, con el ala más “progre” del gobierno, la que está instalada en el ministerio de Ciudadanía, cartera dirigida por Gustavo Alcaraz. Mientras, Gerardo Gutiérrez, es señalado con poder creciente en su rol de súper-secretario del mandatario. Muchas cosas pasan por él, es un filtro calificado, y parece hasta lógico que origine, ese rol, tanto a obsecuentes del poder que se subordinan alegremente, como a despechados que comienzan a hablar mal cada vez en tono más alto, sin ocultar ya el disgusto por tal o cual ocasión desaprovechada.

Como (casi) siempre suele suceder en el MPN, el protagonismo es difícil de medir en cuanto a la conveniencia. Si alguien protagoniza poco, y hace la plancha en el gobierno, sea en la función que sea, es probable que más tarde o temprano le llegue el castigo. Pero también es cierto que si el protagonismo se exacerba,  y llega a ser –a juicio del mandamás de turno- excesivo, podrá recibir asimismo un castigo. Esta doble mecánica contradictoria, propia de un soviet más que de una construcción democrática, se ha afianzado en el MPN, sea esto un resultado deseado o no, y en estos tiempos se percibe, otra vez, con cierta fuerza.

En este contexto, se vivió la celebración del centenario del nacimiento de Felipe Sapag, con abundantes alusiones al tiempo fundacional del partido, y a gobiernos que protagonizaron una etapa de fuerte construcción en la sociedad neuquina. El Gobernador no faltó a una sola cita de las muchas organizadas para conmemorar el líder indiscutido, ahora definitivo, del MPN. El renacer del “felipismo” marcó tendencia en la semana. El partido en el poder y en el gobierno, busca variantes, es evidente.

No hay satisfacción, sino ansia. Puede ser positivo, pero también puede ser la incubación del germen más destructivo y natural de todos, el de la fragmentación inevitable.

Rubén Boggi

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